Siguiendo al viento

jueves, diciembre 21, 2006

El Viaje de Santiago a Virginia Beach

Partí de Santiago de noche. Me tocó un asiento al lado de la ventana y pude apreciar las luces de la ciudad desde el cielo. Es una imagen hermosa que traté de grabar en mi memoria. Mi compañera de asiento era trabajadora social estadounidense que había ido a Chile y Argentina de vacaciones. No sabía hablar español, así que comencé a practicar el idioma apenas me subí al avión. Además, me ayudó a llenar los papeles para ingresar a EEUU. Dormí poco en le viaje, como era de esperarse; pero la comida estaba rica, milagrosamente.
Al llegar a Atlanta, donde ingresé a los Estados, aún estaba oscuro; por lo que también pude ver esa gran ciudad en luces desde el cielo. Cuando íbamos descendiendo, vi la luna y en un instante pareció estar a mi misma altura. Por un momento, no miré la luna hacia arriba, sino hacia el costado. Un minuto mágico.
Bajé del avión y todos los funcionarios fueron muy amables. Hubieron 3 cosas que me impactaron de inmediato:
1- Realmente hay muchos negros y negras, pero no como a los que en Chile llamamos negros, estos son negros de verdad, de esos q1ue prácticamente no existen en Chile. De hecho, la mayoría de los trabajadores del aeropuerto son negros.
2- En verdad hay muchos gordos, pero no son como “el guatón” que todos conocemos, estos son realmente gordo, obesos mórbidos. En Chile con suerte conoces 1 o a lo más 2 de esos, mientras acá los ves pasar por montones. Sin embargo, también hay gente delgada, no todos son obesos, pero una gran cantidad lo es. Además, los niños no suelen ser obesos, más bien son delgado. Lo contrario de lo que se suele ver en Chile, donde los niños chicos suelen ser un poco gorditos.
3- El aeropuerto estaba lleno de militares que iban a casa para las fiestas. En mi espera para tomar el vuelo hacia Norfolk, vi a uno embarcarse en un vuelo entremedio de los aplausos de los que lo rodeaban. Luego me tocó a mi, pues un militar iba con nosotros en el vuelo. La azafata lo presentó y lo hicieron entrar a el primero que a nadie mientras la gente aplaudía.
Debí esperar varias horas en el aeropuerto de Atlanta, para abordar el que me llevaría a Norfolk. Recién en el aeropuerto de Santiago me di cuenta que había cambiado mi itineraria y en vez de abordar este segundo vuelo cerca de las 8 lo haría cerca de las 12. A esas alturas no tenía cómo avisarle al Leo, quien me estaría esperando. Cuando vio que definitivamente no había llegado en el vuelo que se suponía llegaría, llamó a casa y allí le dieron la noticia.
El aeropuerto de Atlanta es enorme, ni si quiera me atreví a recorrerlo entero porque sabía que me perdería si lo hacía. Solamente recorrí el “concourses B”, donde yo debía tomar el vuelo, que ya es bastante grande de hecho.
En el viaje a Norfolk tuve de compañera de asiento a una peruana que venía por el mismo programa a trabajar a en otra cadena de comida rápida, así que pude compartir el nerviosismo y la sorpresa por todo lo que veía y lo que venía.
El Leo me esperaba en el aeropuerto. Nos encontramos antes de que retirara mis maletas porque acá no está separado como en Chile, lo cual me desconcertó un poco.
Nos fuimos a “Hardee’s Celebration Station”,el local donde estaré trabajando, el cual queda en Virginia Beach, una ciudad que está al lado de Norfolk. Hablé con Devora, una de las supervisoras y me dijo que fuera el lunes a las 8. Álvaro, el único chileno que va a estar trabajando allí porque las otras 3 somos mujeres, estaba en el local y me dio la dirección del que probablemente fuera nuestro departamento. Me dijo además donde podíamos tomar el bus, así que caminamos al paradero con todas las maletas. Estábamos viendo cómo podíamos cruzar Virginia Beach Blvd., la calle donde queda Hardee’s Celebration Station, porque es como una avenida de 5 pistas por lado y en la esquina habían semáforo como de 5 tiempo y no había semáforo para peatones; entonces apareció un policía. Le preguntamos como tomar un taxi, frente a lo cual nos dio un número gratis para llamar taxis y nos dijo que nos llevaría pero íbamos fuera de su zona. Íbamos a llamar cuando volvió el policía con un señor que iba a buscar su Van. Chris se llamaba el señor, quien se ofreció a llevarnos, sólo debíamos esperarlo un poco, para que llegara con su Van. Algunos minutos después llegó con su esposa, Molly. Nos llevaron al hotel y en el camino nos contaron que tenían un sobrino puertorriqueño que iba a venir para las vacaciones, quien hablaba español. Nos invitaron además a ir a par navidad a la iglesia con ellos, una de esas donde tocan canciones con guitarra eléctrica, esas que aparecen en las películas y que en Chile no existen. Nos comentaron además que a esa iglesia podíamos ir con jeans, cosa que nos extrañó bastante. Al día siguiente pasamos por una iglesia ala hora que terminaba la misa y vimos a todo el mundo salir vestido formal, con terno; entonces entendimos que el que pudiéramos ir con jeans era una muestra más de que era una iglesia moderna. Nos dieron también sus números de teléfono y nos dijeron que cualquier cosa los llamáramos. Así que es probable que luego lean más sobre ellos.
Después de acomodarnos en el hotel, salimos a caminar por la playa y vimos una parte llena de luces. Nos acercamos y había como un paseo peatonal adornado entero con figuras de navidad. Claro que a penas pudimos caminar por él, pues pasaron los policías diciendo que estaba cerraba. Al parecer, la playa y ese paseo se cierra en la noche; así que tuvimos que salir a la calle y devolver nos por allí al hotel. Al salimos de paseo vimos que para cerrarlo sólo ponían unas rejas que dejaban espacio, a ambos lado, lo suficientemente grandes para poder pasar. En Chile eso no bastaría, todo el mundo se pasaría; pero aquí era suficiente.