El descanso de la gran ciudad
Fue fin de semana largo, asique nos fuimos a Puerto Velero. Ese "nos" incluye a msi apdres mis hermanos, la Paty (la polola de mi hermano) y yo. Mi última visita al balneario antes de irme a Estados Unidos denuevo. Así comeinzan los "últimos" de esta vez, a un poco menos de 2 meses de partida. Salimos de santiago el viernes en la noche, por loq ue llegamso como a las 3 de la madrugada al condominio. Comprenderán que como nos dormimos a eso de las 4 de la mañana, al otro día nos levantamos como a las 12. Como estaba nublado, el mar estaba tranquilo asique salimsoa andara en wakeboard. También fue mi últiam vez para este deporte antes de irme a USA. El agua estaba congelada, tanto que al principio los músculos y las articulaciones no me respondía del todo. Después de un rato mi cuerpo se acostumbró y pude empezar a hacer cosas. El domingo ya no sentí tanto frío asique la salidad fue más fructífera y logré cachar la tecnica para saltar. Ambos días des pués de la navegaciópn nos fuimos a la Hacienda Santa Cristina a comer lo que fueron almuerzo onces comidas, todo en uno. El primer día, se oscureció mientras comíamos, asique luegos alimos a caminar por la asienda de noche. Claro que yo preferí caminar por los muros. No hay caso, me gusta subirme a las paredes, los árboles y los techos y mirar desde arriba. He aquí los únicos testimonios digitales que tengo de este fin de semana:
Cuando volvimos a Puerto Velero salí a caminar de noche por el condominio. No andaba nadie más. Aprovechando la tranquilidad, solté mis sentidos. Sentía todo lo que me rodeaba: el aire, la arena, las rocas, la luz. Escuchaba cada sonido que había: el ruido del mar, el que producía yo al caminar por la arena, el que producía la brisa al rosar con migo y con el resto de lo que había en el lugar, los sonidos de algunos animlaes o insectos, el ruido que producían algunas personas desde sus departamentos. Observé cada pequeño detalle y dejé volar mi imaginación. Cada roca, cada planta, cada nube se transformaba en algún ser animado y se me ocurría mil y uan historias a la vez. Fue increible, aunque agobiante. Es que hay demaciadas cosas que nos rodean. Gracias a esa noche entendí, que no se puede tener siempre todos los sentidos abiertos, porque si te detienes en todo lo que hay al rrededor, no puedes hacer nada más. Sin embargo, es bueno hacerlo de vez en cuando, para no olvidar lo maravilloso que es el mundo.
Al día siguiente tuvimos un itinerario parecido, sólo que el domingo eran los partidos de las selecciones Chilenas. El partido de la adulta lo vimos en la Haciendo, gracias a que Sergio (el moso que nos atendía en el chiringo y ahora acá) arregló todo para poner un televisor en el comedor y reservarnos una mesa frente a la tele. Claro que ese partido fue desastro, pero de ahí salimsoa andar a caballo, una buena terapia de reanimación. Mientras cabalgábamos se puso el sol, asique vi al sol esconderse entre los cerros, los ábroles y los arbustos mientras cabalgaba por las lomas entremdio de los camposos. Ademas nos devolvimos cuando ya estaba oscuro y andar a cabollo de noche es precioso. Desde la vez que subimos la cordillera a caballo que no lo hacía. A la vuelta a Puerto Velero vimos el partido de la sub 20 y la terapia terminó con un completo éxito. Para cerrar el día, terminé el quinto libro de Harry Potter antes de dormirme. Asique ya estoy en el sexto y por primera vez podré ver uan de las películas habiéndome leido antes el libro, veremos que resulta de eso.
El lunes debíamos emprender la vuelta y nunca había sentido tan fuerte el deseo de no volver a Santiago. La verdad es que en las emana habái pesnado que si no nos fueramso a Puerto Velero yo habría salido igual a algún lado, esque el smog que había me deprimía. El Leo me llamó justo antes de que saliérmaos rumbo a la ciudad, lo cual me animó un poquito. Igual, preferí irme sola en el asiento que estaab en tercera corrida, doden normalmetne va mi hermana, porque andaba en ánimo mas bein reflexivo. Allí pensé lo de la imposibilidad de tener los sentidos completamente abiertos todo el tiempo. Después me puse el discman y como cuando era chica, canté sin importar que el resto me escuchara (claro que por respeto al resto, no cantaba fuerte). Derrepente vi que mi padre se deviaba y nos detuvimos donde un artesano de cuero a quien mis padres conocían de hac eun tiempo ya y le han comprado varios muebles. Me compraron una cartera y mi madre también se compró una. Se hiba comprar una concha además, pero el artesano se la regalo y después la esposa me regaló una a mi. No me esperaba ese pequeño gesto y me sorprendió tanto que con ello me terminé de animar. Es increible como pequeños gestos de cariño o amabilidad de las personas pueden producir tal efecto.
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